Ana Michel Rojas


Caperucita, aquella libidinosa Lolita enviada por su madre a los riesgos del bosque quizás con la esperanza que alguna fiera la devorará o algún aldeano lejano y sádico,  se la encontrase y se encargara de tan bella victima vestida de rojo, señuelo para cualquier desgracia.

Hace días un amigo mío al que llamo Forever, me afirmo con mucha seguridad que Caperucita se llamaba Ana Michel, nombre que ella misma utilizo en el futuro para evitar el acoso de la prensa.

Ahora bien, en el camino hacia la casa de la abuela todos sabemos del encuentro con el lobo, que no pretendía devorar cruelmente a la niña, antes bien, entablo una relación  muy amistosa con ella, lo cual provoco despertar en tan bella jovencita lo húmedo y ardiente del deseo, y en el lobo las más desgarradoras escenas de pasión animal. Llegar al trato fue fácil, pues el lobo le promete a Caperucita que se volverían a encontrar cuando regresara nuevamente a su casa.
-Es mejor experimentar en los terrenos del amor a primera vista, como perder tiempo si el destino es incierto. Trato que la ingenua de rojo no acepto.

Caperucita no solo deambulo por el camino más largo, sino que enloquecida por los ojos del can salvaje, oscilaba entre los suspiros y  tropezones que genera un corazón enceguecido y un alma envenenada de desenfreno deseosa de placer.

Al llegar a la casa de la abuela y con el trágico final ya  elaborado, pues la carne vieja de la abuela solo podía servir para darle energías al travestí lobo que disfrazado de abuela, esperaba ansioso a Caperucita. Ella en el juego mayéutico de saber quién se escondía bajo el disfraz y trayendo a su mente el recuerdo de los ojos enamoradizos del lobo, se entrega a la mistica locura de feromonas. Caperucita cae a las patas del lobo,  envuelta en una tormenta de escalofríos y deseos, el lobo arranco de un solo garrazo la capa roja que cubrió algunas gotas de sangre de la abuela que la madera aún no había terminado de sorber y que la capa roja lamió.

Aullidos y gritos  orgásmicos no permitieron percibir la entrada del leñador que en su inocencia de humano pensó que el lobo estaba devorando carnívoramente a la Caperucita que se retorcía entre sabanas, almohadones y telas sedosas para los fríos de la abuela. En éxtasis y espasmos  la jovencita perdía la órbita de su cadera.

El leñador de un solo garrotazo noquea al lobo y lo lanza por el aire, mientras Caperucita llora por la interrupción, confundiendo la escena. El leñador héroe, se dirige a descabezar con su hacha ahora sí al lobo, pero los gritos desgarrados de la Caperucita lo desestabilizaron tanto que rompió el estómago del lobo y saco los restos comidos y viejos, húmedos de ácidos, pedazos de la pijama de la abuela. Caperucita voltio la cabeza y coloco sus manos entre las piernas en un aura de inocencia y duelo.

El leñador fabrico un hermoso tapete para descansar los pies cuando se levanta de la cama con la piel del lobo y contrajo matrimonio con Caperucita, accediendo a la niña y a la casa de la abuela la cual compro a muy buen precio a la mamá de la Ana Michel.

Lo que sí es una verdad, es que el hijo que espera Ana Michel no es del leñador que aún cree en las tiernas cavernas vírgenes de Caperucita, ese ovulo fecundado por el lobo crece dentro de ella como un extraño necesario. Caperucita come carne cruda en las noches, su agilidad aun en su estado ha mejorado y su miedo hacia el bebe que va a parir… es inocuo.


El origen del hombre lobo no podría ser otro, clásico en las historias mágicas del ser humano.

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